Elegía para un americano.

El libro me ha hecho pensar en aquellos días, hace un par de años, en los que el pitido del tren me recordaba inmisericordemente que estaba en EE.UU. Como cuando estás despertándote de una pesadilla y dudas de si es real, hasta que llega el momento en que sabes que es real. El tren pasaba a todas horas; el sonido del silbato se imponía a todo lo demás. Lo escuchaba por las mañanas, a media mañana, en la siesta. A veces me hacía sentir bien; un pensamiento romántico que me recordaba que en realidad era un ser privilegiado. Otras, las más, me causaba rechazo, tristeza, claustrofobia, ansiedad. Ahora lo echo de menos. Cada vez veo más lejos volver a Iowa.